El amargo pago de un servicio al rey
El 26 de octubre de 1529, Moro al aceptar el cargo más alto del reino, inició un camino que tendría un aciago final. Moro accedió al puesto de Lord Canciller tras la caída en desgracia de Wosley.
El proceso judicial que concluyó con la muerte de Tomás Moro, ocurre de manera paralela al enturbiamiento de sus relaciones con Enrique VIII. El inicio de sus malas relaciones viene dado por las discrepancias surgidas en torno a la validez de su matrimonio con Catalina de Aragón, la cual era apoyada por Moro. El problema vino dado por la negativa del papa a conceder la nulidad eclesiástica al matrimonio que solicitó Enrique VIII. El asunto del divorcio urgía, y en verano de 1530, el monarca inglés amenazaba con negar la jurisdicción del papa en este asunto.
En un primer momento, y
como señala James McConica, la actitud de Tomás Moro es conciliadora. El 30 de
marzo de 1531 presentó al Parlamento las opiniones favorables a la causa del
rey procedentes de varias universidades. Moro, presentaba siempre el caso sin
declarar su posición, alegando que ya le había hecho conocer su opinión al
monarca en privado. Esta posición como veremos más adelante, era insostenible.
Ya que como sostiene el profesor Elton:
“Nadie podía usar sus
comentarios en contra de él, sin embargo sus omisiones debían haberse notado:
no dijo una palabra que pudiera sugerir que las opiniones dadas fueran de hecho
verdaderas. Pero, para los menos sutiles, se había asociado sin duda a una
política del rey…”
Su postura con respecto
al divorcio era bien conocida en los círculos oficiales, lo cual confirma la
suposición de que trató de influenciar el curso de las cosas a través de las
oportunidades que le brindaba el cargo. En 1531, animó de manera discreta a los
miembros del Parlamento que, como él, eran opuestos al curso de sus
acontecimientos. La insistencia del monarca fue su insistencia en obtener la
nulidad de su matrimonio a fin de poder volver a casarse y conseguir un hijo
varón. Esta situación derivó en una demanda real enviada a la Convocation, de esta manear se declaraba
que en el futuro toda la legislación eclesiástica debía recibir la confirmación
y aprobación del rey. La Convocation ante estos ataques, rehusó rendir su
independencia legislativa. Moro, jugó un papel clave a la hora de fortalecer la
resistencia de la clerecía, pero esto fue en vano, pues, el 15 de mayo colapsó,
y el día 16 Tomás Moro dimitiría como Lord Canciller. En este momento,
resultaba imposible reconciliar su posición oficial, del mismo modo, sus
tímidas intenciones de influir en la política habían fracasado. El único alivio
que encontró en su fracaso fue el poder retirarse a sus libros y a escribir.
Finalmente, y como
podía deducirse del devenir de los acontecimientos, Tomás Moro fue procesado
por la Ley de Traición, aprobada en el Parlamento en 1534.
Según esta ley, negar
maliciosamente el título del rey, así como su poder y su influencia debía de
ser castigado con la muerte.
La acusación contra
Tomás Moro se reduce en cuatro cargos:
1) Rehusar aceptar la supremacía del rey el
7 de mayo de 1535.
2) Mantener comunicación con el traidor
John Fisher.
3) Rehusar el 3 de junio romper su
silencio.
4) Negar que el Parlamento tuviera la
facultad de declarar que el rey fuese la cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra.
De los tres primeros
cargos, Moro pudo defenderse con cierta facilidad, pero con respecto al cuatro
cargo, la posición y opinión de Moro revela una clara disparidad con la del
gobierno. Para Tomás Moro, la Iglesia era una realidad espiritual y el rey no
podía o no debía tener capacidad para decidir sobre ella.
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